domingo, 12 de diciembre de 2010

INHABITADA

Nada. NADA.
Expulso aire por la boca pa borrar primaveras.
Nado.
Harta, guapa, cansada. Rompo olas con mis brazos.
Y esto es todo, igual a nada. Igual a todo. Igual a harta. Igual a cansada. Igual a cruelmente guapa.
Igual a este mundo desigual, manco, ronco. Raro.
La nada parece leche cortada. Si al menos supiese a tierra valdría la pena. Pero ese blanco mortecino en mis papilas me corta la sonrisa, me lleva al limbo donde ni siquiera vive el animal de la tristeza con veinte cabezas.
Donde solo resuena el eco de una voz que no dice nada. Lenta, blanca, ausente.

martes, 7 de diciembre de 2010

7 de diciembre 2010. Cualquier tienda. Cualquier ciudad de nuestra querida España.

La niña le da tirones a la manga de la madre, mientras el volumen y el forcejeo aumentan por encima del bullicio del resto de la clientela: ¡lo quiero! ¡te he dicho que lo quiero!
La madre sigue mirando libros, impertérrita, probablemente sea una de las cincuenta rabietas diarias de la niña. El pan suyo de cada día.
A los gritos pronto los acompaña el llanto. Un llanto cargado de rabia contra la que la parió; una violencia que sacada de un cuerpo tan frágil da más miedo aún.
A la niña se le desorbitan los ojos en respuesta a la indiferencia maternal y culmina con la puta frase, además de su llanto, sus babas y sus mocos: ¡los quiero todoooos!
La niña lo quiere todo. Toda la tienda para ella, para su regocijo y su agonía de consumo prenavideño.
La madre, un poco más consciente de la realidad, sonríe, (diríase que anda sedada).
Y por toda respuesta: - Hoy te compro estos tres, mañana venimos con la abuelita y te compramos más-.
La niña parece calmarse durante segundo y medio, pero vuelve a la carga. LLora y patalea. La madre le da la bolsa con sus nuevos cuentos, ella la abre, coge uno y lo estrella contra el suelo.
La madre recoge el libro, agarra a la niña y sale pitando de la tienda, a cualquier otra tienda porque son las dos menos cuarto y si van rápido le dará a tiempo a realizar otra compra más. ¿Qué? No lo sabe aún, pero el caso es algo más.

La niña es solo una niña. Dan ganas de abrazarla, acariciarle el pelo y contarle a modo de cuento que hay otros cuantos millones de niños de su misma edad que tienen juguetes de los que ella jamás dispondrá: piedras de colores, piernas de mentira porque un día pisaron donde no debían, pistolas y uniformes de verdad, maridos que les quintuplican la edad, pegamentos para inhalar y volar, pañuelos en la cabeza mientras le meten con aguja un suero en el hospital, un cántaro en equilibrio y 30 kilómetros al día para caminar, un tallercito pequeñísimo, muy cuco, para compartir con 12 niños más donde se fabrican zapatillas para saltar. ¡Que hay incluso niñas que ellas mismas son juguetes! Siiii!! y llegan señores que las miran, las tocan, rebuscan, les dan al botón adecuado y voilá!el juguete funciona!!Se lo quedan durante un rato y vuelta a empezar..Y hay otras muchas niñas que ni siquiera tienen ese botón porque se lo arrancaron un día entre gritos y oscuridad.
Todo eso dan ganas de decirle a la niña y morirá de envidia, sana envidia, y volverá a gritar porque esos juguetes no los tiene y blasfemará contra la madre para conseguirlos. Y la madre responderá:
- Asi es la vida, mi cielo. No se puede tener todo. Hoy te contentarás con tres cuentos. Mañana, quizás, algo más-