miércoles, 9 de junio de 2010

La princesa Uranía


Mi pequeño trozo de cielo nació cubierta de una sedosa capa blanquecina, como oruga antes de batir sus preciosas alas de mariposa.
La matrona dijo que esto era señal de buena suerte.
Yo no podía dejar de mirarla, era sencillamente preciosa.
Su apacible sueño en la calurosa tarde de hospital de aquel 7 de julio se veía interrumpido por mis lloros y pataleos mostrándome inamovible frente a mis padres en la elección de su nombre. Finalmente gané la batalla: Celia se llamaría la princesa.
Creció en su Cabo, jugando largas tardes repartidas entre una plaza del mercado y un faro que le sigue alumbrando día tras día.
Sus grandes ojos siempre sonríen, diríase que guarda un tesoro en su pecho que a todos atrae, a su lado todo tiene luz.
Como buena princesa de vez en cuando se ve sumergida en laberintos de melancolía a metros de altura..en la Luna, o en Neptuno..Celia ama al mundo y a la humanidad de una manera desorbitada para su edad. Se suele hacer preguntas que te dejan sin aliento.
Le encanta viajar a épocas pasadas y aprender lenguas muertas.
Lo que más ama Celia es la llegada del verano, en esta época siempre está enamorada. Casi vive en la playa, desde la mañana a la noche. Rayos de sol en sus pies le vuelan de su cama a la orilla, y entre medias tropieza con labios de sal que la invaden de besos.
Un tatuaje quisiera en su piel con la palabra griega Ataraxia (ἀταραξία): tranquilidad y serenidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos.
Mi pequeño trozo de cielo nos da lluvia y granizo de vez en cuando, y cuando saca a su sol, dan ganas de morirse de risa.
Este Cielo mio, y su Alba, son las dos razones por las que mi leona despierta, por las que bebería sangre y comería huesos, por las que me someto a cualquiera y castigo sin piedad.
Mis dos piedras con las que hago el fuego que alumbran noches de soledad.

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