domingo, 24 de enero de 2010

Cinco horas son un segundo

Con fe.
El rayo dorado a punto de tocar las baldosas de mármol.
Espero.
Con un compromiso extremo.
Esta vez no me permito apartar la vista ni un solo instante de la flor fucsia.
Puede que justo en ese amago de observar el prado en su extensión, llegue un abejorro que la dañe, un humano que robe su olor o una brisa que la parta.
El prado existe, no más.
Esta vez, y las sucesivas, la flor fucsia será observada permanentemente.
Incluso cuando mis ojos estén a punto de cerrarse, cuidadosamente me la llevaré al terreno de mis sueños.
Y a la mañana siguiente rocío y alegría.
De mi boca un sonido ingenuo.
Porque la risa aclara el aire de enero.
La tarde se expande.

Cinco pétalos son una flor.

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