domingo, 17 de enero de 2010

Io


Io, hija de Ínaco, amada por Zeus, el cual la solicitaba en sueños, se entregó finalmente a él.
Hera, la de los brazos blancos, los sorprendió. Furiosa y vengativa, exigió a su marido que se la entregase.

Pero este para proteger a Io la convirtió en una ternerilla, y para que esta pudiera alimentarse bien Zeus creó las violetas.

La caprichosa Hera, debido a su carácter celoso y posesivo, ató a los cuernos de la ternera un tábano que le picaba sin cesar y que la obligó a vagar por el mundo sin rumbo fijo.

Atormentada atravesó el Mar Jónico, el cual le debe su nombre y prosiguió por África, el final de su viaje fue Egipto, donde pudo volver a su condición humana gracias a las caricias de Zeus.

Ambos engendraron a Épafo, que fue concebido a orillas del Nilo.

Hera, la incansable, raptó al niño. Es así como comenzó la segunda peregrinación de Io.

Lo encontró finalmente en Siria, y con él en brazos volvió a Egipto donde contrajo matrimonio con Telégono.
De violetas se nutrió Io.
Estas flores se conocen como símbolo del amor y de la modestia, ya que sus pequeñas flores parecen esconderse tímidamente bajo sus hojas grandes y acorazadas.

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