domingo, 14 de marzo de 2010

Hilando con madejas de fuego


La primavera renació del vientre de su diminuto caballito de mar.

Y el laberinto apareció frente a ella, le era fácil ascender por la elevada escalera de caracol, los peldaños de madera mojada absorbian la espuma que sus pies iban dejando.

Al descender, polvo de estrellas a su paso.

En ese instante intermedio entre la subida al Hades y la bajada a los cielos, en ese lugar en la nada (que lo era todo), desaprendió lo aprendido.

Solo recuerda eso: des-apego, des- cubrimiento, des- orbitado, des- prendimiento, ¿des-eo?.


Es lo que tienen ciertos laberintos, que te roban la memoria y te invaden las tripas.





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