domingo, 12 de septiembre de 2010

Vía Fantasía


La premonición de la alegría cercana y palpable, la hizo soltar una carcajá.
Una carcajá de loca de remate, de la que los vecinos, poco a poco, estaban acostumbrándose a escuchar a través de su patio.

Lo que nunca adivinarían sería la causa de esa risa explosiva, y es que salir a la escalera y gritar:
-¡ Perdonen ustedes las risas a estas horas de la noche pero es que acabo de viajar a una velocidad increíble a través de las estrellas, y la sangre se me ha huracanao y un líquido brillante me ha invadio hasta licuarme y convertirme en polvillo galáctico! ¡Y lo he visto claro! ¡ Y era tan sencillo!-
Gritar eso, y además convencer al vecindario de que no se está bajo los efectos de ningún tipo de droga salvo la pura imaginación, es cuanto menos, complejo.
La premonición de la alegría saca una sonrisa que a esta sociedad le produce miedo.
El miedo a la sana locura. Para la que no hay recetas, ni pastillas, ni centros psiquiátricos.
El miedo a no entender cómo se puede estar alegre por la sencilla razón de la alegría que llega, cuando ni siquiera aún ha llegado...










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