Te echaré tanto de menos que escucharé a aquel cantautor y un insolente pensamiento entrará por mi balcón.
Y por qué precipitar el revoltijo en mi vientre.
Mientras tanto pensaré en los soles de mediodía lejanos, en los que sus bromas se precipitarán en mis oídos.
Y no nos dimos el tiempo para correr mi sangre en tu corazón.
Y en los segundos abismales me preguntaré qué instantes pudimos entrar al rincón del pecado y no lo hicimos.
Y no sé que es mejor si verte y no verte, o mirarte y perderte.
Cuando quieras una mano, llama a mi izquierda, que la otra está cansada de tanto saludo banal, de tanta llamada gratuita, de tanta sonrisa inconclusa.
De tus formalidades y mis desvelos.
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Yo te lo pregunto.
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